España ante el régimen de 2018

HUGO MARTÍNEZ ABARCA

1.- La jubilación del régimen de 1978 ¿Una buena noticia? En los últimos dos meses estamos asistiendo a una innegable demolición de los cimientos políticos de 1978. Empezando por su cúspide, el Rey puso punto y final a la monarquía de 1978 e inauguró un nuevo modelo de monarquía, que toma partido de forma pública y beligerante por una posición política frente a otra que defienden millones de ciudadanos españoles: es un rey con más participación política y por tanto un poder más explícito, pero al mismo tiempo asume riesgos para la institución monárquica que Juan Carlos I supo esquivar. Por otro lado tanto la movilización del 1 de octubre como la respuesta en forma de aplicación de máximos del artículo 155 pone fin al modelo autonómico de 1978. Las amenazas a otras autonomías (Castilla-La Mancha, Euskadi, Navarra), así como la amenaza con ilegalizar partidos políticos en función de sus ideas (propuesta hecha por Pablo Casado y García Albiol y con cierto apoyo en el PP según medios de comunicación cercanos al partido) anuncian que hay actores relevantes decididos a aprovechar la crisis para instaurar una contrarreforma democrática muy seria.

Se percibe un cierto derrotismo entre quienes llevamos tiempo pidiendo nuevos acuerdos constitucionales con avances democráticos, sociales y territoriales al contemplar la fiereza con la que el aparato entero del régimen político encabezado por el Rey y los sectores más reaccionarios del PP (entre los que cabe incluir a Ciudadanos y a buena parte de los grandes medios de comunicación). Acertamos al diagnosticar que lo construido en la Transición ya no daba más de sí, que había prestado ya sus servicios y que a la España de hoy le tocaba volverse a vestir. En cambio no teníamos entre nuestras previsiones que la demolición del régimen del 78 pudiera ser a peor ni que ese entierro del 78 se pretendiera hacer en nombre del 78.

2.- No es Cataluña 2017, es España 2018. Es cierto que se ha conseguido instalar de momento una idea propicia para los sectores más reaccionarios: que la única grieta actual es la territorial (y ésta sólo en Cataluña y causada por el loco de Puigdemont, sin recordar que hace apenas un par de años el problema era el loco de Mas), pero la propia desmesura de la respuesta evidencia que la crisis política es profunda, radical y general. No olvidemos que también la crisis política y económica de 2007 tuvo un preámbulo en una crisis (que hoy parece ridícula) territorial abierta por el Estatut de Catalunya. Del mismo modo pensar que la crisis actual se arreglaría con una hipotética ‘solución catalana’ es una quimera. De ser posible un nuevo marco político para Cataluña sin cambiar el del conjunto de España (que es mucho suponer) eso sólo sería un parche para unos pocos años.

Es sin duda difícil moverse para evitar el cierre autoritario de la crisis sin parecer, al tiempo, tremendamente alejados del sentir de buena parte de los españoles. La única puerta tímidamente abierta para cambios que no fueran imposiciones reaccionarias fue la famosa comisión del Congreso promovida por el PSOE. Sobre ella cabría discutir su potencial sobre todo por referirse únicamente a la reforma territorial y por ser incluso impotente para alcanzar una reforma sólo territorial si no pasa por la participación de los partidos que forman la mayoría electa en Cataluña y con los que, se quiera o no, habrá que entenderse si se quiere una solución pacífica, democrática y sobre todo duradera para el conflicto catalán. En todo caso y tras la presentación de la intervención dura de la autonomía catalana parece obvio que tanto esa comisión como el supuesto acuerdo entre el PP y el PSOE para reformar la Constitución eran un amable brindis al sol para que Pedro Sánchez pudiera justificar su apoyo (en la práctica incondicional) a Mariano Rajoy.

Hoy sólo hay una obviedad: con o sin cambios constitucionales formales, estamos asistiendo al nacimiento de una nueva época política en España que nace sobre la demolición de la España de la Transición. Es algo irreversible al menos desde el discurso del Rey del 3 de octubre. Ahora bien, el contenido y la dirección en la que se construya lo nuevo están en disputa: ni era una obviedad que fuera a haber giro democrático antes (a la vista está) ni tenemos por qué asumir que el giro autoritario sea inevitable.

3.- Un acuerdo constitucional de España y para España. Más allá del caso concreto de esa Comisión (por cuya capacidad productiva no me apostaría una caña) necesitamos poner sobre la mesa la necesidad de un nuevo acuerdo constitucional, de un acuerdo constitucional que hable a toda España, que hable de toda España y que afronte el conjunto de los problemas de España, que no son sólo los territoriales, por muy reales e importantes que éstos sean. Para ello, lejos de arrinconarnos en posiciones defensivas y conservadoras, no debemos renunciar a un solo espacio de debate y de construcción del nuevo país.

Nos toca pelear el cambio o habrá cambio contra nosotros y sin nosotros: una España más autoritaria y oscura en que las propuestas democráticas sean marginadas o incluso (por qué no van a seguir avanzando en la línea Casado-Albiol) ilegalizadas. Lo que estamos viviendo estas semanas es bastante parecido a un ‘contra15M’, aquél democrático y emancipador y en las plazas, éste nacionalista y en los balcones. Nos equivocaríamos profundamente tanto si ninguneamos el potencial . Y si el 15M emancipador se llevó en buena parte por delante a los partidos de izquierda generando un nuevo mapa político no descartemos que el ‘contra15M’ (autoritario y reaccionario) pueda llevarse por delante a los de derechas pero que ocurra como con el régimen del 78, que se los lleve por delante para peor.

Es más necesaria que nunca toda la audacia e inteligencia que demostró nuestro pueblo el 15M y que hizo que por primera vez en 80 años más de 5 millones de españoles apuesten por la modernización profunda de nuestro país. Lo único que está claro es que en estos meses se está configurando el modelo político que sustituirá al ya jubilado régimen del 78. Y que más nos vale dar la batalla para ganarla o nuestros hijos lo pagarán muy caro.

https://www.cuartopoder.es/ideas/opinion/2017/10/27/espana-ante-el-regimen-de-2018/

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