Juan Carlos I, ¿impunidad o República?

Por Antonio Liz

Las grabaciones que la princesa Corinna organizó en 2015 con el ex comisario Villarejo y el ex presidente de Telefónica Villalonga han sido una bomba mediática. No obstante, es vox populi desde hace muchos años que Juan Carlos I está podrido de dinero gracias a las sumas que le pasaban unos presupuestos del Estado entonces opacos  y a su “función social” de intermediario en grandes y lucrativos negocios donde siempre ponía el cazo a través de suculentas comisiones.

Que durante estos cuarenta años atrás –que se dice pronto- Juan Carlos I ha tenido amantes varias pagadas por el bolsillo de todos los contribuyentes lo saben hoy hasta los niños de pecho por el incremento que ha tenido la leche para pagar joyas y mansiones.

También es sabido desde hace años que los servicios secretos de inteligencia, el CESID primero y el CNI desde el año 2002, “avisan” a sus amantes para que no se vayan de la lengua. Ya se sabe extraoficialmente lo que le pasó a Bárbara Rey, que además de asaltarle la residencia para buscar cintas donde presuntamente se le veía follando con el ilustre jefe de Estado le dieron un toquecito que no tiene nada que envidiar a aquel del Padrino de que “te voy hacer una proposición que no puedes rechazar”. Por lo tanto, las supuestas amenazas a Corinna por parte del director del CNI son más que creíbles. No se olvide que el CNI además de analistas, colaboradores constantes e informadores ocasionales tiene agentes operativos, es decir, caballeros que le pueden dar a uno el pasaporte para el otro mundo.

Las grabaciones no son un ejercicio democrático, una información desinteresada al gran público. Por supuesto que no. Son claramente un chantaje. Villarejo está en la cárcel  y no quiere continuar y Corinna se siente amenazada y esta es la mejor forma de protegerse para que mañana no tenga un “accidente”. Pero el hecho de que le puedan plantear un chantaje al rey emérito ya es toda una información por sí misma: ¡qué más tendrán! No es difícil de imaginar que si, por ejemplo, saliesen datos más concretos sobre las cuentas de Juan Carlos I en paraísos fiscales el régimen monárquico aquí lo iba a tener muy pero muy difícil para aguantar la tormenta social.

Si se hiciera una película sobre los trapicheos y desmadres del rey emérito tendría que advertirse al comienzo del film que “cualquier hecho que no sea real es pura coincidencia”. Un guionista bien informado de la realidad no pararía de alucinarse al construir el guión –“coño, que es real, que no me lo invento”.

La cuestión es que esta película la estamos pagando todos y los derechos de autor sólo son del rey emérito por lo que hay que ponerle remedio. Si bien ahora en teoría Juan Carlos I no sigue siendo inviolable ante la ley, ya que “sólo” sería aforado, su posición en el vértice del entramado económico durante cuarenta años le da un poder enorme ante las élites económicas y políticas. Vamos, juzgarle a él es un imposible porque está al tanto de todos los grandes trapicheos que se han hecho hasta ahora.

Para juzgar de verdad a Juan Carlos I y recuperar para el Estado los dineros que siendo jefe de Estado se embolsó habría que cambiar el régimen político-jurídico actual. No es muy arriesgado aventurar que si se diese un referéndum Monarquía o República el actual régimen del 78 no tendría muchas posibilidades de sobrevivir.

Exigir un referendo organizando movilizaciones sociales y una recogida de miles y miles de firmas es hoy la única forma de forzar al PSOE y a Podemos a tomar partido. Sólo si ven peligrar sus estatus de partidos reformistas se verían obligados a salir a la palestra. Sin movilizaciones sociales y sin firmas el PSOE simplemente mirará para otro lado –la portavoz del gobierno ya ha dicho alto y claro que como  las grabaciones no atañen al jefe de Estado actual no las toman ni en consideración ya que son cosas del pasado-  y Podemos sólo hará actos para la galería fotográfica como pedir una comisión.

Para la izquierda revolucionaria luchar por forzar a la izquierda reformista a que se vea obligada a convocar un referéndum Monarquía o República es una oportunidad para presentarse a los ojos de la mayoría social con un programa de sociedad alternativa y crecer en fuerza social. Además, un referéndum no sólo tumbaría a la monarquía sino que abriría un debate social sobre el tipo de República que se quiere, es decir, una “democracia para ricos” recién salida de la ducha del referendo o una República de las trabajadoras y los trabajadores.

 

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