Por la República, noventa años después.

Por Víctor Arrogante.

Se dice que la historia no es lo que se vivió, sino lo que se recuerda y analiza; y es cierto. La historia que no viví, es el recuerdo que viene de las historias de mi madre de sus vivencias que la escuché contar y que hoy recuerdo con emoción desbordada. Desde una farola en la calle Mayor, recuerdo la imagen del balcón de Gobernación, donde se proclamó la República, aquel 14 de Abril. 

Todo comenzó −bueno, había comenzado antes, con la dictadura de Primo de Rivera y el malestar creado en torno a Alfonso XIII− el 12 de abril con los resultados de las elecciones miunicipales, que dieron el triunfo a las candidaturas republicano-socialistas en 41 de las 50 capitales de provincia. La ciudadanía madrileña, cuando comenzaron a conocerse los resultados, se echó a la calle para proclamar la República. «Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano«, declamaba Antonio Machado por la llegada de la deseada República. 

En 36 horas el reinado de Alfonso de Borbón, llegaba a su fin. Fue un proceso rápido, limpio, incruento e imprevisto. La monarquía se había vuelto incompatible con los que creían en un régimen democrático; y la República empezó a postularse como la única opción de futuro, incluso entre los monárquicos que abandonaron al rey. Grandes esperanzas había despertado su proclamación. Alfonso de Borbón abandonó precipitadamente España, suspendiendo deliberadamente el ejercicio del poder real, tras conocer los resultados de las elecciones. 

Abril es un símbolo. El triunfo de un pueblo sobre la oligarquía, una mañana en la que las amplias avenidas se llenaron de ilusión y esperanza en el futuro. Con la proclamación de la República se abrían inmensas perspectivas de cambios políticos, económicos y sociales, pospuestos durante decenios. Se iniciaron las reformas políticas necesarias, mediante un cambio profundo de las estructuras sociales, económicas y culturales, para poner a España en la senda de la modernidad. Poco tiempo duró todo. El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la guerra que provocó, rompieron la esperanza. Hoy pretendo resaltar el fundamento, el sentido de la idea misma republicana, que como ayer sigue estando vigente. 

El sistema político republicano moderno, se identifica con un sistema de valores, como expresión de la voluntad libre y soberana de la ciudadanía: el pueblo se gobierna a través de representantes elegidos democráticamente y la igualdad de oportunidades como esencia de sus principios. En este sistema, la jefatura del estado también es elegida, y no hay rey o líder que guíe, arbitre o gobierne; no hay persona o figura que esté por encima de la ley, ni irresponsable ante ella. Se fundamenta en el derecho y el imperio de la ley, y todos iguales ante ella; la igualdad de oportunidades como esencia democrática; la participación ciudadana, como marco de referencia; los derechos civiles y la transparencia, como oposición a la corrupción política. Una república en si misma, no es garantía de bienestar o de democracia; son sus valores los que dan carácter al modelo y la ejemplaridad de los servidores públicos. 

Una monarquía (parlamentaria o constitucional) puede ser democrática en su ejercicio, si el pueblo así lo ha decidido, pero la monarquía, que es un símbolo que transmite su poder por la herencia de la sangre, está muy alejada de los principios de igualdad ante la ley y de igualdad de oportunidades. La monarquía es antidemocrática por naturaleza, opaca por convicción, alejada de las necesidades de la gente y de los intereses de la ciudadanía. El acceso a la jefatura del estado, como a cualquier otro órgano de representación, no puede tener carácter hereditario, sino sometido a la libre y democrática elección ciudadana. 

En el republicanismo se conjugan las ideas de honestidad, integridad, lealtad y justicia en el gobierno de la cosa pública. Esta idea está entroncada en la filosofía de la república griega y romana, pasando por Maquiavelo; está presente en la Revolución Francesa, en los pensadores antimonárquicos ingleses del siglo XVII y la Ilustración radical. Los padres de la constitución americana la llevaron a los altares del liberalismo. El mejor gobierno es el de la ciudadanía para si misma. 

Podría parecer que la Constitución de 1978 está inspirada en estos principios y hechos históricos, pero no es cierto. El  modelo español, sigue el hilo de la evolución de la monarquía absoluta: el rey es el que va cediendo su soberanía procedente de dios; no es el pueblo soberano quien otorga el mandato del poder. La Constitución española declara que la soberanía nacional reside en el pueblo y que de él emanan los poderes del Estado, pero lo cierto es que no es así. Es una monarquía instaurada por Franco, mediante las leyes fundamentales del reino, que no ha sido votada en referéndum por el pueblo soberano, sino que se votó la Constitución y en un tótum revolútum, se coló la monarquía juancarlista. Ya conocemos por Adolfo Suárez, por qué no hubo referéndum sobre monarquía o república: «Hacíamos encuestas y perdíamos» y metimos al «rey» en la Ley para la Reforma Política de 1976 y así quedó. 

En el artículo 56.3 se dice que «La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad«. El rey se sitúa por encima de la ley, no está sujeto a su mandato, y por tanto encima de todos los españoles. Sin hablar de los comportamientos –incluso los criminales–, que no quedan sujetos a las leyes que a todos nos afectan. Por encima queda, cuando se dice que «La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica» –hoy encarnada en Felipe VI y su descendencia–, es decir: es heredera de la monarquía absoluta de Fernando VII y sus antecesores imperiales, la irresponsabilidad de Isabel II, la caciquil de la Restauración y la dictadura diseñada en las leyes franquistas. 

La idea sobre la libertad en el republicanismo, no es la que se entiende desde el liberalismo; sino que presenta una visión del ser humano, como una manifestación de la vida social. En este espacio, la política es una actividad en la que los ciudadanos desarrollan sus potencialidades individuales; frente a la concepción del liberalismo, que entiende que la única actitud posible por parte de la ciudadanía es la resistencia pasiva frente a un Estado. El Estado tiene que ser garante del bienestar general y en particular de los más desfavorecidos socialmente. 

El individuo nunca existe al margen de la realidad social, ya que se forma a partir de un conjunto de relaciones sociales, pero la sociedad tampoco se puede concebir al margen del reconocimiento de las voluntades individuales, capaces de autogobernarse. No hay más soberanía que la del individuo, que no cede sus derechos a un Leviatán con vida propia, sino que intenta ejercerlos, por representación a través de la cooperación con otros ciudadanos, aumentando así su poder. El Estado republicano, no es algo ajeno a la ciudadanía, sino algo de lo que la ciudadanía forma parte y así lo siente. Es necesaria la igualdad porque todos los seres humanos somos iguales, y es necesaria la libertad porque todos somos diferentes. Cada persona es responsable de encontrar su propio camino hacia la felicidad, pero la sociedad, a través del Estado, es responsable de reducir la improbabilidad de conseguirlo; y que el bienestar de unos no se haga a costa de la pobreza de otros. (Documento Político de Izquierda Republicana). 

La defensa de la República no debe implicar solo una mirada al pasado, sino una apuesta por un futuro en una sociedad democrática; y no hay democracia sin república federal y laica: sin soberanía, plurinacionalidad, igualdad entre mujeres y hombres, educación pública, sanidad pública, tribunales independientes, política exterior de paz, progreso, re-industrialización, desarrollo sostenible, defensa del mundo rural, derechos sociales y laborales. Soy republicano, por una cuestión de racionalidad y de comunión con los ideales republicanos de Libertad (de expresión, de culto, de sindicación y de todo aquello que no perjudique a los otros), de Igualdad (ante la ley, de voto, por sexo y de oportunidades) de Fraternidad (solidaridad, ayuda mutua y familiar) y la Laicidad. 

La encuesta de 40dB impulsada por 16 medios independientes apunta hacia una importante división sobre la forma de Estado. Un 47,8% está a favor de la celebración de un referéndum y un 36,1%, en contra. La mayoría de los encuestados suspenden a la institución monárquica, aunque creen que proporciona orden y estabilidad política.

La división acerca de las preferencias sobre la forma de Estado es total, y la tendencia apunta a que la república le sacaría ventaja a la monarquía como sistema político más aceptado en España. Un 40,9% votaría a favor de una república, frente a un 34,9% que preferiría una monarquía. 

Reclamamos la República como el modelo de Estado más democrático, ya que la Monarquía, por mucho que sus defensores afirmen que fue legitimada en el Referéndum de 1978, no fue votada por los españoles, fue un trágala, revestido de legalización de derechos civiles y ciudadanos constitucionales. Los españoles votamos el texto constitucional, no el modelo de Estado. O monarquía o no había Constitución. Se aceptó la voluntad de Franco en la Jefatura del Estado y no se puso en cuestión su testamento. 

Soy republicano por convicción y principios, coincidentes con todo lo dicho hasta ahora. Estoy convencido de que no se terminaran los males de España por instaurar una República; pero sería un principio. El modelo republicano debe ser políticamente abierto, participativo y por tanto democrático; un modelo en el que la ciudadanía sea crítica y responsable; un modelo sustentado por principios y valores de libertad, igualdad y justicia social; y que éstos sean blindados por la Constitución, para evitar que los gobiernos de turno, ataquen los fundamentos del propio Estado republicano. 

El actual régimen es ilegítimo de origen y la república un proyecto de convivencia irrenunciable.

 

Víctor Arrogante, profesor y analista político.

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