
Hace ya siete años escribí una serie de artículos con el nombre o interrogante: “En dirección a la República”. En ellos intentaba analizar en qué fallábamos los republicanos españoles para que, a pesar de lo podrido de este apéndice de la dictadura franquista, del latrocinio institucionalizado, de la prevaricación constante en todas las instituciones, del saqueo permanente por parte de delincuentes de traje y corbata a las arcas del Estado y al pueblo en general, todavía hoy, en pleno siglo XXI, tengamos una institución anacrónica de corte tardo medieval rigiendo la jefatura del Estado.
Entonces estaba reciente lo ocurrido en Botsuana un 14 de abril diferente, aquel 14 de abril de 2012, parecía un aniversario más, pero no lo fue, realmente. La caída del rey emérito, fue algo circunstancial y anecdótico, algo que hubiese pasado totalmente desapercibido de haber ocurrido solo cinco años antes, pero desde que comenzó esa estafa contra el pueblo, que algunos llaman crisis, desde que se comenzaron a filtrar datos de los negocios del yernísimo, y comenzaron a salir los trapos sucios del rey emérito. Podríamos decir que esa caída a las cinco de la mañana, con rubia alemana en la cabaña, fue la guinda de una monumental tarta, la tarta del hartazgo de la sociedad española con la monarquía, de sus negocios, sus tapaderas y corruptelas varias. Al mismo tiempo esa caída fue una inyección de vitalidad inyectada en el movimiento republicano español, sin entrar en contradicción adoptamos el elefante como símbolo y mascota, sabiendo que, nada de nada, tenemos que ver con esos “republicanos” yanquis del otro lado del Atlántico, que tienen a paquidermo como símbolo.
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