Monarquía española: historia reciente y sondeos actuales

Esteban Rosador

La actual monarquía española se origina en una decisión del dictador fascista Franco que, tras derrocar el legítimo régimen democrático de la segunda república mediante un intento de golpe de estado y una cruenta guerra civil, reinstauró la monarquía designando como su sucesor a título de rey al entonces príncipe Juan Carlos. La buena relación entre ambos no ha sido nunca desmentida. Parece ser que el propio Juan Carlos no consentía que se hablara mal del anterior dictador en su presencia. Es digno de mencionar que Juan Carlos Borbón creó el ducado de Franco para sus herederos, un título con grandeza de España que justificó calificando la dictadura como: «una gloriosa etapa histórica de nuestra Patria». Este título sigue aún vigente, posiblemente porque el actual rey no se atreve a eliminarlo pues pondría de nuevo en relieve la relación de su padre con el dictador, volviéndose contra él como lo haría un búmeran.

Tras la muerte del dictador, la monarquía se presentó como la única opción posible para recuperar un sistema democrático en España. Era monarquía y democracia, o seguir con la dictadura fascista hasta que ella misma se agotara de manera inevitable en un tiempo de duración imprevisible. Con estos mimbres es difícil que los monarcas borbones sean percibidos de manera positiva por una gran parte de la población española. Cualquiera que se identifique de alguna manera con los sectores más perseguidos durante la dictadura fascista sentirá una retención especial contra ellos.

Y lo anterior lleva de manera natural a que la monarquía requiera de especiales medidas de protección para impedir el deterioro de su frágil imagen. Es imprescindible para ello que los medios de comunicación colaboren eligiendo las noticias relativas a la familia real que deben llegar a la opinión pública. Este tamiz informativo funcionó de manera casi perfecta durante la mayor parte de la duración del reinado de Juan Carlos. Todos los diarios, emisoras de radio y cadenas de televisión, o al menos todos los más influyentes, presentaban a la familia real española como un ejemplo de comportamiento frente a otras familias reales foráneas, e incluso algunos presidentes de otros países, que acumulaban escándalo tras escándalo. Pero, como bien sabía Abraham Lincoln, no se puede engañar a todo el mundo durante mucho tiempo, y la aparición en la familia borbónica de sucesivos enredos, líos, negocios sospechosos e incluso posibles delitos dilucidados judicialmente desembocaron en la abdicación del, ya provecto, anterior rey, algo impensable solo unos pocos años antes. Esta drástica solución pretendía llevar a la praxis el famoso lema gatopardista: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie». El barniz de virtudes ejemplares pasaba así, sin solución de continuidad, del “campechano” al “preparado” sin que, al parecer, se hiciera mella relevante en la opinión de los españoles, que en este caso hacían el papel de obedientes súbditos.
Llegados aquí, uno se pregunta hasta qué punto todo lo anterior se refleja en la práctica en la opinión pública. ¿Es posible que todo lo relatado no haya favorecido una desconfianza hacia la monarquía e incluso un aumento relevante del sentimiento republicano? En la sociedad actual, sería lógica una profusión de encuestas y sondeos relativos a tan fundamental asunto. Pero uno de los métodos que usa el estado para proteger a la monarquía en España es no preguntando a los españoles qué opinan de esta institución del estado. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) lleva tres años sin preguntar por la opinión que les merece la monarquía. No debe sorprendernos que deban recurrir a esta y otras argucias para su protección, pues el sabor antidemocrático que destila no es debido, como ya hemos visto, únicamente a su propia esencia basada en una sucesión hereditaria por línea sanguínea.
En el desierto estadístico sobre este asunto aparece de vez en cuando un pequeño oasis, y esto ha ocurrido hace poco tiempo. Nuestra sed informativa se ve relativamente calmada por un sondeo cuyas fuentes, no sorprendentemente, provienen de allende nuestras fronteras. La encuesta, realizada por Ipsos Global Advisor, nos aporta algunas refrescantes gotas de información. Primero, un 37% de españoles opina que abolir la monarquía sería lo mejor para el futuro del país, frente al 23% que cree que cambiar de régimen sería negativo. El peor resultado de todas las monarquías europeas. A ello se añade que el 52% de la población se muestra a favor de celebrar un referéndum sobre monarquía o república en España, una reivindicación nunca atendida que se remonta a la época de la transición. Este porcentaje aumenta significativamente entre los más jóvenes y entre la población que se considera más de izquierdas en sus opiniones políticas. Se echa evidentemente en falta una pregunta directa que obligara a elegir entre república y monarquía como forma de gobierno.
Los números anteriores pueden dejar bastante satisfechos a algunos republicanos, pero no parecen demoledores en sí mismos para la institución monárquica. ¿Por qué entonces esa resistencia a publicar resultados de sondeos similares obtenidos mediante la actuación del CIS? Evidentemente, esos estudios existen y se realizan constantemente, aunque no se publiquen los resultados. Aquí entraré en el terreno de la hipótesis, si bien sustentada de forma indiciaria en multitud de formas. Un análisis detallado de esas encuestas llevaría seguramente a una opción republicana claramente mayoritaria ente los sectores más jóvenes de la población española, lo cual evidenciaría que la monarquía severia abocada a su desaparición en un breve plazo de tiempo. Y segundo, pero no menos importante, un análisis territorial revelaría la holgada victoria republicana en al menos dos comunidades relevantes: Cataluña y Euskadi. Un golpe directo a la supuesta condición de garante de la unidad de España de la monarquía. Más bien aparecería como un revulsivo del separatismo.
Quizás el final de la monarquía sucesora del franquismo no esté muy lejano. En todo caso, recuerden, no hay dos sin tres y a la tercera va la vencida.
Salud.
Fuente: Menéame
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