Ha ganado el régimen del 78, también la corrupción institucional, igualmente el aparato del PSOE adicto al bipartidismo conservador y las puertas giratorias y, por supuesto, han vencido con holgura las elites, las ideas y los intereses de la derecha, el PP y Rajoy.
La defenestración de Pedro Sánchez demuestra sin ningún género de dudas que el poder neoliberal establecido no se anda con mimos democráticos cuando está en juego una alternativa de izquierdas por muy alicorta que ésta se presente.
Cuando la derecha ve en peligro sus prebendas y su orden social, económico y político, el sistema democrático salta por los aires. La historia está plagada de sucesos contra la voluntad popular con sesgos mínimamente progresistas en sus postulados: las entronizaciones ultras de Hitler, Mussolini y Franco, el golpe USA contra Allende, recientemente en Brasil con argucias bajas de leguleyos de poca monta contra Lula y Dilma Rousseff o las andanadas de mentiras y provocaciones internacionales contra Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
El asesinato político de Sánchez viene marcado casi literalmente por el manual típico del golpismo clásico, sin tanques pero con fuego político basado en crear una situación insostenible a fuerza de repetir consignas contra los adversarios o enemigos que no entran en razón a favor de las tesis de los poderosos. Se ha convertido a Sánchez, a base de mentiras y calumnias de sus propios compañeros y compañeras de ideología y formación, en un monstruo diabólico al que se debía neutralizar bajo cualquier circunstancia.
Ante este ambiente bélico había que tomar medidas excepcionales, contando con la ayuda inestimable de un vocero de postín: el grupo mediático Prisa dueño de El País, una formidable plataforma que, una vez más, se vende a sus propietarios en la sombra para defender el bipartidismo de siempre, una vez tú PP, otra vez yo PSOE, y que nada cambie de verdad en el panorama político español.
Larga vida a la corrupción
La democracia está secuestrada en el régimen del 78, donde la izquierda transformadora está vetada para gobernar desde La Moncloa, dejándola pequeñas migajas en las esferas municipales.
Las artimañas de procedimiento usadas por los llamados críticos (dimisiones calculadas en la Ejecutiva del PSOE) y sus declaraciones ambiguas acerca del apoyo pasivo al PP, indican que bajo la piel de la crisis existían contactos o voluntades calladas de intentar un pacto de izquierdas. De ahí el tremendismo golpista de Felipe González y Susana Díaz y el resto de palmeros adosados a los privilegios de casta representados por ambos. Había mucha “prisa” en “el país” por segar el camino a Pedro Sánchez y los suyos.
El PSOE se ha decantado, de momento, por la España de la corrupción y las reformas laborales de Rajoy y Zapatero. Mediante debates trucados y con desprecio absoluto por su militancia, sus votantes y las ideas de izquierda en general, el aparato ha optado por la cirugía sin anestesia antes que por el intercambio profundo y democrático de pareceres. Había urgencia por el golpe manu militari, de esta manera se servirá en bandeja un próximo gobierno de derechas sin que los principales muñidores (Díaz, González, Page, Vara, Puig, Madina…) se vean involucrados directamente en tomas de posición proclives a mantener a Rajoy en la presidencia del Gobierno.
Otros saldrán a la palestra a explicar lo inexplicable, que serán los mamporreros políticos de una decisión que saben a ciencia cierta no es mayoritariamente la de las bases del PSOE. Una vez más se burlarán los procesos democráticos en nombre de España y de la sacrosanta unidad. Ni siquiera se ha dado la posibilidad de que Sánchez intentara un diálogo con Podemos y las fuerzas nacionalistas (o independentistas si así se quiere de Cataluña y Euskadi).
Veto a la izquierda
Hoy por hoy, nos quedaremos en la ignorancia total de si el fruto de unas hipotéticas negociaciones serias y hondas hubiera sido que todos dejaran en la cuneta sus máximas políticas, cediendo para alcanzar un pacto de compromisos concretos a corto y medio plazo que enfatizara aspectos sociales, fiscales, laborales y concernientes a los sectores públicos e institucionales para devolver a la inmensa mayoría los derechos robados y una igualdad rota por el neoliberalismo de los últimos años liderado por el PP.
Todo ello se ha transformado ahora en política-ficción. Y no es que Pedro Sánchez sea un rojo revolucionario, su personalidad no va más allá de un pragmático alternativo que ha intentado ser autónomo y realista frente a los poderes establecidos internos y externos. Sus virajes y contradicciones denotan una lucha de posiciones por el poder muy cruento e intenso.
Empezó su andadura pactando para la galería con Ciudadanos. Un acuerdo imposible de aunar más voluntades en el arco parlamentario pero que salvaba su cara haciendo un guiño positivo al bando de los irredentos aclamadores de Susana Díaz y San Felipe González.
Bien sabía que al final no saldrían las cuentas y que tendría que aproximarse, necesariamente, a Podemos y a los heterodoxos independentistas o nacionalistas de las periferias. Muchos virajes incomprensibles y un volantazo de última hora, a la desesperada, han provocado su fulminante caída.
El mensaje es claro y contundente: la izquierda transformadora no tiene cabida en la España contemporánea ni en el régimen urdido en 1978. El PSOE debe seguir siendo el canalizador, alter ego del PP, de las sensibilidades blandas de la izquierda social; el granero, en definitiva, de los votos cautivos del electorado a los que su cuerpo jamás les pedirá votar por las derechas en ninguna de sus advocaciones partidistas.
Técnica y perceptivamente, el culatazo rastrero a Sánchez hace girar a la derecha el péndulo político general. Sobre Podemos recaerán nuevas responsabilidades y presiones: mantener vivo un discurso de izquierdas o procurar un acercamiento hacia el aparato del PSOE conservador que facilite una mayoría contra el PP digerible por el sistema en citas electorales venideras.
O sea, ir refundando un nuevo PSOE con savia fresca o atreverse con un futuro que establezca fundamentos políticos, económicos y sociales contrarios a los intereses de las elites y al sistema ahora vigente.
A día de hoy, el PSOE ya ha rendido plaza a las castas que fraguaron su reconversión histórica en una izquierda nominal y descafeinada. ¿El siguiente eslabón será dinamitar Podemos?
Sin pluralismo informativo
Y un dato crucial que se olvida ante el hedor a sangre que desprenden las batallas y contiendas políticas cotidianas: los medios de comunicación, casi en su totalidad al servicio de conglomerados financieros encadenados al neoliberalismo como ideología y al poder establecido como fin irrenunciable. El panorama es desolador.
RTVE del PP. Canal Sur del PSOE de Susana Díaz. La Sexta haciendo negocio con el nicho presuntamente izquierdista de su audiencia pero decantando los furores reprimidos de sus propietarios a favor del PP-PSOE cuando las circunstancias así lo requieren. Pensemos que los mismos dueños de La Sexta lo son asimismo de La Razón, dos realidades dispares solo de imagen. Las autonómicas dedicadas a ensalzar las figuras de los barones de turno. El Mundo, ABC y La Razón, puro y genuino aroma a derecha tradicional. Y El País, un caso aparte: falso porte y estilo progresista con línea editorial de alabanza y loa a sus propios intereses y los de la elite globalizada. Lejos de su capacidad de influencia, algunos diarios digitales que hacen lo que pueden entre la endogamia y frustración de sus lectores habituales y los recursos escasos de sus patrocinadores.
El pluralismo informativo no existe en España ni es reflejo del arco parlamentario ni de las ideas políticas que sustentan la sociedad tomada en su conjunto. De ese desfase más que evidente se desinforma a conciencia el ciudadano medio. Tal es su alimento político, elaborado con eufemismos ad hoc hacia las tesis de los poderes y grupos hegemónicos. Difícil será encontrar una información ecuánime en los principales mass media en los que no se haya deslizado un insulto o valoración negativa contra Pedro Sánchez. En honor de la lideresa Susana Díaz, miles de besos y parabienes. Por algo será.
¿Llegado el caso un pelotón de soldados salvará a la Constitución (y a los españoles)? El Estado Mayor ya ha…