La Transición fue un tránsito de un régimen fascista y corrupto, a una monarquía parlamentaria, continuista y heredera de la usurpación. Con la muerte del genocida Francisco Franco, el franquismo no se desmoronó ni fue derrotado, sino que las élites del poder franquista se adaptaron al nuevo régimen que restauraba la monarquía borbónica cumpliendo la voluntad de Franco.
En este sentido, la mayoría de las fuerzas opositoras al régimen franquista, vendieron la soberanía nacional a cambio de poltronas en el Congreso y el Senado. Al pueblo español se le negó la posibilidad de elegir su propio sistema político entre Monarquía o República. De esta forma, la democracia española nació viciada y corrupta; con un pacto de silencio que dejaría los crímenes del franquismo impunes y con una Jefatura de Estado impuesta, vitalicia y blindada con una Constitución monárquica.
La pregunta es: ¿quién daría esa orden? ¿Un general o coronel en la reserva? Evidentemente, no.