“Por la unidad, por la defensa de las libertades y nuestro modelo de vida

En principio, el artículo pretendía versar sobre los orígenes del montaje del Ejército Islamista, por lo que su título era este: “Desde Afganistán a las Ramblas de Barcelona”, pero ya se ha plasmado, por activa y pasiva, cantidad de artículos y manifiestos que explican de sobra el tema.

De modo que, quiero centrarme en esta otra cuestión que es la de los actos múltiples en los que se ha reclamado insistentemente la unidad contra el terrorismo y la defensa de nuestras libertades y modelo de vida.

Ni en una sola ocasión, tantas veces como han repetido esas consignas, se les ha pasado por la cabeza hacer un paréntesis para disculparse por provocar tanta división. División entre los que viven muy bien y los que viven muy mal; entre los que explotan y los que son explotados, entre los que desahucian y son desahuciados; entre los que les sobra el dinero con el que tienen mucha libertad y, los que no tienen más libertad que la de ver cómo  llegar a fin de mes.

Cuando repiten lo de todos unidos, y lo de defendamos nuestro modelo de vida; unánimemente, el pueblo presente, debería recordarles que  es su modelo el que nos  roba los servicios sociales y nos causa problemas de salud. Nos piden unidad en la complejidad, donde es difícil ejercerla para su efectividad, cuando en lo concreto de lo social y del trabajo nos tienen permanentemente enzarzados en la insolidaridad y el enfrentamiento. El ejemplo más burdo y evidente, nos lo muestran cuando nos  azuzan a competir, a que nos despedacemos por un puesto de trabajo, sufriendo mayor explotación con inferior salario. Ese el tipo de unidad, modelo y libertad que nos ofrecen; el que obstaculiza y niegan el derecho y el deber humano de colaboración entre las personas para lograr un bienestar social en cada país y la posibilidad de cooperar con los demás pueblos del mundo.

Desgraciadamente su hipócrita consigna de unidad, de todos contra el terrorismo, no es una consigna sincera, ni coherente. Una cosa es que el estado manifieste la conveniencia y necesidad de participación ciudadana para prevenir y tratar de evitar estas masacres aberrantes, perpetradas por “cuatro pobres diablos”, por esos penosos grupos de descerebrados, capaces de “pulverizarse” con dinamita, convencidos de que, en ese mismo instante, aparecerán en el paraíso rodeados de jardines y pajaritos; y otra cosa es, que nos tomen el pelo hablándonos de una unidad vacía de contenido social y llena de oportunismo para desviar la atención de mayores terrorismos.

Mi condena sobre estas atrocidades (como la de otras muchas personas de izquierdas)  se hace “sin paliativos”, con plena conciencia de la crueldad del crimen y del dolor que causan en los familiares de los asesinados y heridos. Pero además porque su execrable acto demencial e inhumano, crea confusión y desvía a la gente de la atención sobre otros peligros y de la lucha por los derechos sociales y humanitarios, violados por el capitalismo en cada momento y en todas partes. De ahí que la izquierda de verdad, no puede coincidir con consignas ni administraciones de derechas que sirven a los banqueros y a las multinacionales, al tiempo que gobiernan contra los pueblos y la clase obrera.

Igualmente sus bocas y sus altavoces se llenan de necesidades educativas. Pero sabemos que su educación solo sirve a sus intereses de clase, consiguiendo que los “educados” sólo sean unos impersonales dependientes de la propaganda capitalista. Por eso es fácil, frente a una farsa, montar otra. Los jóvenes adoctrinados a base de sin razones y de disparates criminales de odio, lo han sido, gracias a no tener esa educación personalizada, por no habérseles enseñado desde niños a ser ellos mismos.   A esos chicos del atentado, si alguien se le hubiera adelantado al Imán, y les hubiera informado y formado sobre el significado y la existencia de la lucha de clases, explicándoles razones y señalándoles culpables  por los que ellos y sus familias abandonaron su país; si les hubieran prevenido sobre el arma alienante que usa constantemente el sistema opresor; el terrorista santón, tendría que haberse buscado a otros jóvenes alienados. Este es el meollo de la cuestión más importante en todo este asunto.

El respecto a las culturas, a las tradiciones y a las creencias divinas, no significa que nadie tenga que callarse y no opinar respetuosamente sobre todo ello. Prohibir el debate o rehuir del mismo, muestra en las doctrinas su inconsistencia y debilidades racionales.

Nadie de quienes están en el poder económico y político, por muchos atentados infames que se produzcan por kamikazes convencidos de subir al paraíso, pondrán sus medios para crear dudas en base a la existencia de su dios. Aunque sólo fuera para que, a los manipuladores del Estado Islámico, no le sea tan fácil conseguir bombas humanas. Y no lo hacen porque sería tirar piedras contra sus propias obras.

J. Estrada Cruz

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