Gerardo Tecé | CTXT
Vistalegre. Madrid. Lleno hasta la bandera. De España, claro. Presentación en sociedad de VOX, una escisión más de la derecha, liderada por un tipo que militó durante 20 años en el PP. Se fue de allí dando un portazo porque su anterior partido se le quedaba corto ideológicamente o porque no tuvo los ascensos internos que él esperaba. Se llama Santiago Abascal y, por supuesto, si le preguntan, asegura que se largó por lo primero. Santiago Abascal es un fascista en varios sentidos del término. A él, si ha leído algo de Historia europea del último siglo, no debería de molestarle para nada el adjetivo. Es fascista porque es totalitario –pide perseguir ideas y exalta el nacionalismo– y es fascista porque siembra odio contra el diferente. Santiago Abascal culpa a gente que no conoce de nada de problemas que ni le suenan para conseguir un poder con el que sueña. Si la política es un juego noble, Abascal es un tramposo que no disimula. Santi Abascal quiere ser alguien. Y es el momento para que lo consiga. Alguien que no sabe nada de migraciones –de cada tres certezas que grita, cuatro son erróneas o inventadas– se dedica a hacer del hambre de los de allí y el miedo de los de aquí, un trampolín político. Esto, en la Europa de hoy, es una carrera con futuro. Santiago Abascal –lo contaba en una entrevista– siempre lleva consigo una pistola y símbolos de España. ¿Quiere decirnos algo con esto? Con ella nos lo imaginamos subiendo ayer, con actitud de matón con pistola, al escenario a traducir al español la misma consigna que Le Pen lleva años repitiendo en Francia: la culpa de todo la tuvo Yoko Ono, que era extranjera de algún sitio.
Santi Abascal y su movimiento mienten por definición. Ayer, Santi Abascal se inventó que mi hermana, que vive en Alemania desde hace años porque aquí no encontraba un trabajo digno, se tuvo que ir porque otros con hambre se saltan una valla. Allí, en Alemania, hay otro Santi Abascal que, gritando en alemán las mismas cosas que Abascal en castellano, provocará que un día a mi hermana, un imbécil alemán con problemas sociales y filia por los símbolos vacíos, le pueda escupir por la calle. El fascismo funciona así. Es así de estúpido y contradictorio. Santi Abascal y VOX no son un problema en sí mismos. En un país en el que el partido heredero del franquismo, un partido de gobierno, sigue pataleando cada vez que alguien quiere tocarle a Franco el peroné, el fascismo es parte del día a día. Santi Abascal y VOX sí que son un excitante. Como la cocaína o el odio. Un excitante que pondrá las pupilas de PP y Ciudadanos bien dilatadas. Tendrán que seguirle el ritmo de la fiesta. Casado y Rivera, con más altavoces que Abascal, tendrán que aguantar la embestida embistiendo a su vez, con más fuerza contra los que peor lo pasan. Un juego horrible, digno de otras épocas para el que tendríamos que estar preparados: tenemos hasta vídeos de youtube que nos cuentan cómo funciona el horror. No lo estamos. Los grandes medios de comunicación volverán a fallar en su labor de servicio público, la de explicar la realidad. Los medios dirán que Abascal, Casado o Rivera opinan que los migrantes son un peligro, sin explicarle al espectador que esa opinión es fascismo, sin base ni relación alguna con la realidad. No advertir de que el fascismo es fascismo blanqueará esa opinión de odio contra el diferente, como si de una conversación sobre un penalti se tratase: querer deportar familias e ilegalizar partidos es una opinión más, como el que ve el balón fuera o dentro del área. Los grandes medios no harán su trabajo porque en los medios manda el dinero, que, por lo general, no tiene ningún problema con el fascismo. Una virtud del fascismo es que no afecta a la cuenta de resultados a no ser que se líe una mundial. Una virtud del dinero es que no tiene escrúpulos. Pareja de baile perfecta. Sólo queda confiar en la gente responsable. Su papel será el de poner, de viva voz, bajo cada declaración fascista, el rótulo que le corresponde: esto se llama fascismo.
Fuente: www.ctxt.es
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