3 de Mayo, Napoleón mandó fusilar al pueblo de Madrid.

Eran las cuatro de la madrugada del día 3 de Mayo de 1808, cuando los franceses fusilaron a los patriotas detenidos tras su alzamiento del día anterior contra las tropas francesas. En grupos, los condenados fueron enviados a distintos lugares de Madrid para su inmediata ejecución: el paseo del Prado, la Puerta del Sol, la Puerta de Alcalá, el portillo de Recoletos y la montaña del Príncipe Pío. Todo llevó a la guerra de la independencia. En memoria de todo y por todos, Mayo, más de florido, es de lucha. 

Los cuatro primeros días de Mayo tienen su historia. El Primero de Mayo es una fecha emblemática para la clase trabajadora, en la lucha por conseguir derechos, mejores salarios, seguridad y dignidad. El 2 de Mayo es recordado por el levantamiento del pueblo contra el ejército francés, el 3 de Mayo por los fusilamientos, que quedaron retratados por Francisco de Goya; y ahora el 4, por las elecciones autonómicas en Madrid, que por lo que hemos visto durante la campaña electoral, parece toda una guerra entre bandos irreconciliables. Tendremos tiempo de comentar sus resultados. 

Estos momentos históricos tienen un hilo conductor en mi memoria. Han conformado mi pensamiento y hasta mi forma de actuar. En alguno de ellos estuve presente. Corrían los primeros años del siglo XIX cuando se produjeron en España una serie de acontecimientos trascendentales: la invasión francesa y la guerra de la Independencia. Constitucionalismo, absolutismo e inquisición. Dos reyes fueron los responsables de que el ejército aliado de Napoleón ocupara Madrid. Dos reyes «por la gracia de dios», Borbones y traidores para más señas: Carlos IV y Fernando VII. 

A finales del siglo XIX, las condiciones de vida de los trabajadores eran de miseria y esclavitud; jornada laboral de 16 horas, salario escaso y sin derechos. La miseria y la explotación eran un lugar común y la represión policial al servicio del patrón. Ante esta situación extrema, empezó la lucha obrera. En 1886 la huelga por ¡8 horas de trabajo! ¡8 horas de reposo! ¡8 horas de recreación!, estalló de costa a costa de EEUU. Más de cinco mil fábricas fueron paralizadas y 340.000 obreros salieron a las calles. En Chicago los sucesos tomaron un sesgo violento, que culminaron en la masacre de la plaza Haymarket (el 4 de Mayo). En un juicio amañado contra los dirigentes anarquistas y socialistas, cuatro de ellos fueron condenados a la horca. En 1890, se estableció como Día Internacional de los Trabajadores, en homenaje a los Mártires de Chicago. 

Marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso, dice el refrán, tiempo ideal para tener buenas cosechas. Mayo ha sido florido, lluvioso y tormentoso en la historia. Un mes de mayo se fundó el Partido Socialista Obrero Español. Aquel otro 2 de Mayo, muy cerca del Palacio de Oriente, en la calle Tetuán, corriendo el año 1879, se fundó clandestinamente el PSOE. Aprovechando las libertades de la Constitución de 1869, la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores –la Internacional–, organizó una serie de conferencias en Madrid. Desde un rincón, veía ensimismado a Pablo Iglesias, escuchando con atención; ¡cómo se crecía en los debates! En aquellas fechas, Iglesias conoció a Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, huido de la represión francesa por su participar en la Comuna de París. Iglesias se unió al Comité de Redacción de La Emancipación, semanario en el que leí El Manifiesto Comunista

Tras la ruptura de los anarquistas con Marx, Pablo Iglesias solicitó su ingreso (1873) en la primera organización socialista de importancia, la Asociación General del Arte de Imprimir. Desde esta nueva plataforma preparó, durante varios años de trabajo clandestino, la creación del segundo partido obrero de los que se constituirían en el mundo. En una comida de fraternidad organizada en la taberna Casa Labra, desde el quicio de la puerta, pude ver a las veinticinco personas fundadoras del PSOE. 

El 2 de mayo de 1808, a primeras horas de la mañana, la multitud comenzó a concentrarse ante el Palacio de Oriente. Los soldados franceses sacaban al infante Francisco de Paula, para llevarle a Francia con su real familia. Al grito de ¡Que nos lo llevan!, el gentío intentó asaltar la comitiva. En lo alto de una farola, a la entrada de la calle Bailén, vi llegar a los mamelucos y a la artillería disparar contra la multitud. En el Pretil de los Consejos, por San Justo y por la plazuela de la Villa, la irrupción de gente armada viniendo de los barrios bajos era considerable. (Benito Pérez Galdós: El 19 de Marzo y el 2 de Mayo). Por Madrid corría la sangre. La revolución de Madrid determinó el estallido de la guerra contra Napoleón, y la represión del ejército francés, deteniendo y ejecutando indiscriminadamente, reveló a los ojos de todos lo sanguinario y cruel del enfrentamiento, que había dado comienzo entre españoles y franceses. 

La revuelta se extiende por todo Madrid. El alto mando ordena a las tropas que permanezcan acuarteladas a la espera de nuevas órdenes. Algunos militares deciden desobedecer esas órdenes y enfrentarse a los franceses. Entre ellos, el comandante de artillería Luis Daoíz, que estaba al mando del Parque de Artillería de Monteleón, y su amigo y compañero el capitán Pedro Velarde, un alto cargo del Estado Mayor del Cuerpo de Artillería. Tras desarmar a la pequeña guarnición francesa que había allí, entregaron armas a la población civil que se acercó para apoyarles. Sacaron a las puertas varios cañones para repeler el previsible ataque francés para retomar el control. 

En la pintura El 3 de mayo en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, Goya da testimonio de los fusilamientos de patriotas por el ejército de Napoleón, como represalia al levantamiento del 2 de mayo contra la ocupación francesa. El enclave del fusilamiento está perfectamente recreado por Goya. Más allá de la montaña contra la que están situados los que van a morir, la fila de los últimos condenados avanza desde los edificios del fondo, derruidos durante el siglo XIX: el cuartel del Prado Nuevo, donde habían estado confinados hasta la hora de la ejecución. El cuartel del Prado Nuevo y el cercano cuartel del Conde Duque, eran los centros de acantonamiento de los soldados franceses que actuaron en el piquete de ejecución. 

Goya presenta a los que se enfrentan a la muerte descamisados y mal vestidos; habían sido capturados en la mañana del día anterior, caluroso y soleado. Goya realizó una escena compleja, retomando con realismo moderno las directrices de la gran pintura italiana de historia. El valor, el miedo, la resignación o la desesperación de los que aún están vivos se une conmovedoramente a la quietud sombría de los muertos en primer término. El grupo de los soldados sin rostro, inflexibles, contrasta en su estructura disciplinada y mecánica con el desorden de sus víctimas, entre las que destaca el héroe anónimo que se enfrenta de nuevo a ellos, arrodillado y con los brazos en cruz, con su expresión de terror y asombro, sin comprender la razón de tan brutal represalia. 

Tras tomar el control de las calles de Madrid, el ejército francés ordena la inmediata ejecución en distintos puntos de la ciudad de los insurgentes que han sido apresados a lo largo del día. La ambientación nocturna y la potente luz del farol colocado en el suelo confieren gran tensión y dramatismo a la escena pintada por Francisco de Goya. A un lado el pelotón de fusilamiento, granaderos de línea y marineros de la guardia, en perfecta formación y convertido en una máquina de matar, sin rostro. Al otro los que han de morir, asustados unos ante el destino al que se enfrentan, rabiosos e impotentes otros, en un detallado estudio psicológico de los personajes. 

El pueblo contra los franceses, los liberales contra los absolutistas reales, Fernando VII contra el pueblo, la razón contra el despotismo y el oscurantismo contra la ilustración. Con el ¡vivan las caenas! y derogando la Constitución de Cádiz, se entronizó al Rey Felón y su descendencia, estableciendo el absolutismo. 

La historia es la historia y el pueblo es el pueblo y sus decisiones. Si Napoleón hubiese ganado la guerra, otra historia nos hubiera llegado. Nuestra seña de identidad estaría dibujada en el lema «Liberté, égalité, fraternité«, que hago mío adaptándolo hoy por: igualdad, justicia social y solidaridad. 

 

Víctor Arrogante, profesor y analista político.

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