
Es escandaloso que políticos, comentaristas, empresarios o ex mandatarios españoles obsequiosos con tiranías teocráticas medievales, benevolentes con dictaduras o sostenedores de acciones bélicas encuadradas en la definición técnica de genocidios, acusen de dictadura a un país en el que las elecciones habidas han sido calificadas por observadores internacionales como legítimas, legales y democráticas. Por no mencionar la posibilidad legal del referéndum revocatorio que ninguna autodenominada democracia occidental contempla.
Es hiriente que, como ciudadanos del Reino de España, tengamos que buscar la información sobre lo que ocurre en aquél país en medios alternativos o extranjeros de diversas tendencias para soslayar los partes de guerra, la confusión torticera y sin deontología profesional entre información y comentario analítico o simplemente la manipulación más grosera sobre lo que ocurre, real o ficticiamente, en Venezuela. El doble rasero con el que comentaristas y dirigentes políticos conservadores y algunos progres han medido los referéndums catalán y venezolano, me excusa de más ejemplos.
Y es que verdaderamente estamos ante una guerra contra la información veraz y constatada para ocultar, velar y desviar la atención sobre la corrupción estructural, la democracia demediada, la falta de futuro para la juventud española o el andamiaje de un entramado político que se cuartea y cruje aquí, en casa. Venezuela, con sus problemas de fondo, y que existen, cumple el papel que otrora y en épocas de crisis se le asignó a la comunidad judía: ser el chivo expiatorio. Joseph Goebbels ministro nazi de propaganda teorizó, tecnificó y actualizó la senda…
Julio Anguita
Fuente: El Economista
La pregunta es: ¿quién daría esa orden? ¿Un general o coronel en la reserva? Evidentemente, no.