Felipe VI es un monarca virtual instalado en la Jefatura del Estado, un auténtico “don Nadie” de la política española que desde hace seis años, debido a la abdicación de su señor padre y no por mandato democrático alguno, asume sin rechistar el estúpido papel que le ha asignado la “modélica Constitución del 78. Cada día que pasa se asemeja más a un real “jarrón chino” (con sus flores ajadas, eso sí, por la inanidad y la corrupción) colocado en el centro del “decorado borbónico” pseudo democrático instalado en el palacio de La Zarzuela por orden de Franco. Un auténtico “rey florero” que, ayuno de la más mínima credibilidad entre la ciudadanía, no pincha ni corta nada en este país pero que nos cuesta cada año a los españoles la friolera de más de quinientos millones de euros
Sí, sí, amigos, así es. Hasta hace unos pocos años, concretamente hasta junio de 2014, los pacientes y sumisos súbditos españoles teníamos como supremo líder del Estado español e, item más, heredero de la rebelión franquista de julio de 1936, nada menos que a título de rey, a un descarado sinvergüenza, a un presunto robaperas, a un casi seguro defraudador, a un real blanqueador de capitales… eso, dejando de lado, responsabilidades penales mucho más sofisticadas como el golpismo, la alta traición, el homicidio, el terrorismo de Estado… etc etc. O sea, una bendición borbónica venida, más que del cielo de dónde venían antes las coronas reales, del “parlamentarismo testicular” del dictador Francisco Franco Bahamonde.
Pero ahora, desde junio de 2014 y hasta hace solo unas semanas en que se ha transmutado en una especie de misil de crucero político, en un arma arrojadiza entre instituciones nacionales, partidos políticos, entes judiciales y hasta asociaciones de vecinos… teníamos en la primera magistratura de la nación, no a un caradura integral como su señor padre, un mujeriego descerebrado, un presunto ladrón, un adicto al sexo, un “pene con patas” pagado con el dinero de todos los españoles, sino a todo un “majestuoso florero” (también a título de rey, faltaría más), que en su biológica y pedestre faceta humana no deja de ser un ente apocado, sumiso, indolente, soso, antipático… al que le viene muy grande el alto puesto que ocupa, que no cumple con las escasas misiones que le encomienda la sacrosanta Constitución del 78 y que, además, cuando intenta hacerlo mete la pata hasta el corvejón.
Un florero, sí, “made in Spain”, una figura decorativa, una escultura barroca con uniforme de capitán general, un espantapájaros social de alto standing, un angelote borbónico en chasis humano/floral que ni siente ni padece políticamente hablando, que cree estar sobre el bien y el mal y que, últimamente, sabedor de que nadie le hace puñetero caso en este país, y menos que nadie el “chuleta de La Moncloa” que lo ha difuminado socialmente y al que ya no le deja ni presidir los más insulsos y protocolarios actos del mundo judicial español desatando con ello una guerra institucional a nivel nacional que amenaza con degenerar en un tsunami político que se lleve por delante no solo a la renqueante “monarquieta parlamentarieta” española (si mimetizamos el peyorativo calificativo que algunas viejas glorias del felipismo con antecedentes de terrorismo de Estado se permiten estos días endosar a la III República que pide paso con fuerza inusitada) sino al régimen del 78 en su conjunto… se ha refugiado en el placentero turismo rural a jornada completa recorriéndose en los últimos meses, acompañado por su grácil compañera republicana Letizia, toda la geografía patria. Con la servidumbre, eso sí, muy dolorosa, de hacerlo con el brazo derecho permanentemente levantado, “al estilo Trajano/Hitler poco más o menos”, saludando a sus súbditos como si tratara de quitarse de delante un monumental enjambre de incómodas abejas podemitas.
Pues a pesar de todo ello, algunos de sus perrunos súbditos no dudan en acudir en su defensa manifestando estoicamente que el hombre tendrá sus defectos, como todo el mundo, pero que es un rey muy “preparao”, el más “preparao” que haya tenido nunca este bendito país, especialmente dotado, por lo tanto, para la alta responsabilidad que ejerce, Como si para ejercer de rey, en España y en el resto del mundo, hubiera que saber algo más que cazar, comer exquisiteces, nublarse la vista y el cerebro con un buen vino, cohabitar a destajo con señoras despampanantes y labrarse en secreto copiosas fortunitas con base en los consabidos petrodólares. Pero claro, lo que no dicen sus pelotas y hagiógrafos de cámara, normalmente bien retribuidos, es que este hombre/búcaro, este florero regio, este pobre diablo de la política española al que le ha tocado, por imperativo hormonal de Franco y de su señor padre, estar en el peor sitio (aunque, muy cómodo) en el peor momento, no hace nada (por lo menos de provecho), pero nada de nada, ni está ni se le espera, no da un palo al agua, no se le ve el pelo durante días y días, semanas y semanas y cuando intenta que se le vea, como de neuronas anda muy escaso el pobre, organiza la de dios llamando por teléfono cuando no debe, tomando partido por quien no debe, hablando de lo que no sabe y arrugándose cobardemente ante el señorito de La Moncloa que lo desafía a diario.
Es que este hombre no cumple ni de lejos con las escasísimas y perentorias misiones que le confiere la “modélica” Constitución del 78 y, encima, como digo, es incapaz de autodefenderse de un Gobierno que lo humilla pública y notoriamente un día sí y otro también, pasándose sus prerrogativas como jefe del Estado contempladas en la citada ley de leyes franquista por el arco del triunfo partidario. Sacrosanto texto constitucional éste por el que él está donde está, que todavía rige la pelea de gallos en la que se ha convertido la política española actual y en virtud del cual los españoles debemos asistir todos los miércoles, con mascarilla eso sí, a las infantiles peleas partidarias que se suscitan cada vez con más ardor guerrero en el Congreso de los Diputados. Y que fue parido en su día, digámoslo una vez más, por el franquismo residual pero, también, por el papanatismo, la cobardía y la indolencia de un pueblo como español que, aún herido de muerte por una cruenta guerra civil, debió exigir en su momento con la valentía y la dureza que hubiera menester la vuelta a la legalidad republicana a la muerte del sangriento dictador.
Fdo: Amadeo Martínez Inglés
¿Llegado el caso un pelotón de soldados salvará a la Constitución (y a los españoles)? El Estado Mayor ya ha…