Sí, hay personas que se están quedando atrás.

Por Víctor Arrogante.

Hay una frase que últimamente se escucha con demasiada frecuencia: «no se va a quedar nadie atrás». Se empezó a utilizar refiriéndose a los afectados por la pandemia del coronavirus. Ahora se utiliza sobre los damnificados por el volcán de La Palma. No tanto en referencia a las personas afectadas por las crisis económicas que se van sucediendo. Pese a lo que dicen, muchos se están quedando atrás. Las personas que más sufren las consecuencias de las crisis sanitarias, climáticas o económicas, son las más vulnerables y cada vez son más, y menos protegidas. La pobreza extrema extiende sus garras en un Sistema que no mira hacia este lado de la sociedad. 

Según la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español, 4,5 millones de personas viven en situación de pobreza severa en España. El Mapa de la Pobreza Severa en España. El Paisaje del Abandono, analiza la situación de extrema pobreza del eslabón más débil y desconocido de la sociedad. 

Del España va bien, al «Todavía no podemos gastar todo lo que nos gustaría» que dijo M.Rajoy a los pensionistas, siguen ofreciéndonos frases lapidarias. La situación se encamina hacia la pobreza de solemnidad. «Se retrocede con seguridad pero se avanza a tientas«, decía Benedetti; y aquí estamos tan atascados, que no es que no se avance, sino que retrocedemos en el tiempo, hacia la pobreza, que parece irremediable. El Estado de bienestar está en peligro

Al comienzo de la pandemia, el informe que analizamos, sitúa el porcentaje de la población en situación de pobreza severa en el 9,5%, lo que supone un millón más que la situación crítica de 2008. Por lo tanto, esta cifra ha aumentado y empeorado con la crisis financiera tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. El umbral para situar a una persona en este estado de pobreza severa viene determinado por la renta disponible. 

Se considera pobreza severa cuando los ciudadanos no pueden disponer de los recursos materiales, culturales y sociales necesarios para satisfacer sus necesidades básicas y, por tanto, quedan excluidas de las condiciones de vida mínimamente aceptables para el Estado o territorio en el que habitan. 

¿Cuántas veces hemos escuchado que la crisis está a punto de terminar? «La recesión ha quedado atrás», decía el ministro de Guindos (La cara de la caída de Lehman Brothers en España, vicepresidente ahora del Banco Central Europeo), aunque con riesgos de que haya una salida en falso. Lo uno y lo otro a la vez; malas predicciones y medias verdades, que realmente son mentiras y falsedades, para consumo de inocentes (CuartoPoder 27 de julio de 2013). Pese a todo, o precisamente por ello, puede que digan la verdad, la suya; ha llegado a su fin porque es el modelo que querían. 

Respecto a la distribución territorial, Canarias, Comunidad Valenciana y Asturias presentan los porcentajes más altos, que oscilan entre el 12,2% y el 16,7% del total de su población. En valores absolutos, los guarismos más elevados corresponden a las comunidades con mayor población: Andalucía, que agrupa a más 980.000 personas en pobreza severa, Cataluña y Comunidad Valenciana, con cifras que alcanzan las 702.000 y 674.000 personas respectivamente. 

Se considera que las personas viven en pobreza o son pobres cuando no pueden disponer de los recursos materiales, culturales y sociales necesarios para satisfacer sus necesidades básicas y, por tanto, quedan excluidas de las condiciones de vida mínimamente aceptables para el Estado o territorio en el que habitan. 

Según la Encuesta de Condiciones de Vida de Julio pasado, el umbral de renta para considerar que un hogar está en pobreza severa es de 6.417,3 € por unidad de consumo al año; es decir, cada persona debe sobrevivir con menos de 281 euros mensuales para el caso de una familia con dos adultos y dos menores, y con menos de 535 euros al mes si vive sola. Con este presupuesto, esas personas tienen que cubrir todas sus necesidades: vivienda, alimentación, ropa, educación de los hijos e hijas, salud, energía, ocio y otras. 

Según EAPN-ES, después de año y medio de pandemia, los indicios «reafirman el sesgo social de la enfermedad, tanto en lo que se refiere a las posibilidades de contagio, como a las consecuencias económicas que produce entre la población más pobre». Las personas que viven en pobreza, se alimentan peor, tienen más enfermedades, están más obesos, hacen menos ejercicio, residen en viviendas infradotadas y la mayoría de las que consigue trabajar, lo hace en empleos que requieren actividad presencial. Todo ello las hace más sensibles al virus y a los efectos económicos derivados de las medidas de control social y apunta a un aumento importante en las tasas de pobreza y de pobreza severa y al deterioro de los indicadores de carencia material. 

Una de cada tres personas adultas en pobreza severa (32,8%) está en paro, lo que supone que el desempleo no define la pobreza severa, sino que las personas ocupadas suponen el 31,6% del total en pobreza severa. La pobreza severa afecta casi por igual a ambos sexos (50,6% mujeres y 49,4 hombres), y una de cada cuatro personas en esta situación (26%) es menor de edad. Si a ellos se les suman las personas entre 18 y 29 años, dos de cada cinco personas del colectivo (39,9%) son jóvenes menores de 30 años. 

El 14,1% de las niñas, niños y adolescentes (17 años o menos) vive en esta situación. «Esta mayor presencia de la pobreza severa entre los niños, niñas y adolescentes determina que tener hijos sea un importante factor de riesgo en las familias». El estudio indica que la pobreza severa también es extraordinariamente elevada entre las personas que forman familias monoparentales«, la inmensa mayoría de las cuales están a cargo de una mujer. El 21,5% de estos hogares está en situación de pobreza severa. 

Los que provocaron la crisis la han gestionado en beneficio propio. Han eliminado el modelo de bienestar que se estaba construyendo con lucha y esfuerzo a lo largo de años. El neoliberalismo económico, el totalitarismo político y la insolidaridad social, han conseguido un modelo con más economía, menos democracia, más opresión, menos derechos y menor Estado. La crisis es también política, social, cultural y de valores; y la derecha está dando su respuesta a todas ellas. 

El poder económico ha conseguido su modelo con poco esfuerzo; infundiendo miedo, aislando a los individuos, utilizando la corrupción política e institucional. Posiciones autoritarias, en detrimento de las instituciones democráticas, secuestradas por las élites. Han conseguido todo el poder sin oposición visible, porque quienes tenían que haberse opuesto a ese modelo, han estado desaparecidos de la escena y sin combate. Algunos han confundido, ser alternativa a las políticas de la derecha, con participar en la alternancia en el poder, sin cambiar el modelo, o practicando seguidismo político. 

El informe desglosa el grupo de ciudadanos que se encuentran en pobreza extrema a través de diferentes criterios territoriales y de identificación, tales como edad, sexo, nivel educativo o nacionalidad entre otros. Además, contrasta que la población que se encuentra en esta situación es un 72% de nacionalidad española, con un nivel educativo medio (53%) o alto (17,9%), y, además, con trabajo (27,5%) y vivienda (95,2%). La EAPN afirma: «Son personas que han realizado todas aquellas acciones que la sociedad exige para tener una «vida digna» y adecuada a los estándares sociales. Sin embargo, permanecen atrapadas en una estructura que no les permite desarrollarse. 

Vivir en pobreza severa es, por definición, subsistir con una renta inferior al 40% de la renta mediana de la población. En 2020, en España significaba que «cada persona debe sobrevivir con menos de 281 euros mensuales para el caso de una familia con dos adultos y dos menores, y con menos de 535 euros mensuales si vive sola«, explica el estudio. Lejos del estereotipo de la pobreza como aquella que afecta solo a personas sin hogar o que viven en la indigencia, la pobreza severa alcanza a muchas más personas. En concreto, al 9,5% de la población en España. Es decir, a unos 4,5 millones de personas en 2020. «Esta cifra es tres décimas superior a la del año anterior, lo que, unido al aumento de población, supone un incremento de unas 178.000 nuevas personas en pobreza severa», cifra el informe. 

El incremento significativo de la pobreza nos habla de personas que están más allá de la frontera de la dignidad y esto afecta al menoscabo de la bienestar y debería tener consecuencias políticas, contra aquellos partidos que no hagan lo suficiente para evitar la pobreza que avanza y denigra a la ciudadanía afectada. Por mucho que se diga que nadie se va a quedar atrás, España abandona a los más pobres.

 

Víctor Arrogante, profesor y analista político.

 

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