Por Víctor Arrogante.
Las tensiones entre Rusia y Ucrania han encendido las alarmas en el ámbito mundial, que hablan abiertamente de la posibilidad de una guerra entre esos dos países, jaleada por los Estados Unidos y por la OTAN que la pronostican y esperan con el ánimo de sacar tajada. La Unión Europea está de oyente y España de actor figurante, sin que a nadie de los actores protagonistas les importe su papel, salvo a quienes denunciamos su presencia en la zona. El conflicto viene de lejos en la historia. Me referiré a los acontecimientos de 2014 que provocaron la matanza de Odesa.
A Rusia le preocupa el surgimiento de un nacionalismo en Ucrania que se defina por su oposición a Rusia. Algunos creen que se trata de una obsesión personal del presidente Vladimir Putin. Otros dicen que es un intento por regresar a una suerte de nueva Guerra Fría. Los temores se han visto avivados por la acumulación de más de 100.000 soldados rusos junto a la frontera con Ucrania y por una serie de exigencias presentadas a mediados de diciembre por Moscú. Putin considera que Occidente ha convertido a Ucrania en una plataforma antirrusa y que es algo que debe resolverse.
Pero el conflicto viene de lejos. Voy a referirme a los acontecimientos que ocurrieron en 2014, cuando 46 personas mueren, otras 48 son declaradas desaparecidas, más de 200 heridas en la ciudad ucraniana de Odesa y cientos de detenidos, como consecuencia de los enfrentamientos entre los prorrusos y los derechistas nazis voluntarios de Kiev, en los que se incendió, intencionadamente, la Casa de los Sindicatos. La Unión Europea permaneció callada y se convirtió en cómplice ante esta escalada bélica de violencia extrema, pese a los intereses geoestratégicos que existen.
Las protestas se remontan a cuando el gobierno decidió abandonar las negociaciones que se mantenían con la UE para firmar un Acuerdo de Asociación, por entender que no era ventajoso para Ucrania. Con una fuerte presión de la calle, el Parlamento destituyó al presidente Yanukóvich, cambió la Constitución y convocó elecciones presidenciales anticipadas; todo un golpe de estado, con apariencia de acuerdos políticos. En algunas zonas del este y sur de Ucrania no reconocieron al autoproclamado gobierno de Kiev y con protestas multitudinarias reivindicaron una Ucrania federal cerca de Rusia. Desde entonces no han parado las protestas y los enfrentamientos entre los llamados prorrusos y los partidarios de orientación nazi.
En estas estábamos, cuando EEUU inició unas maniobras, buscando convertir a Ucrania en la puerta de entrada para el dominio de Eurasia y establecer un cerco político contra Rusia y la expansión de China. Las potencias claves de la UE, Alemania y Francia, con importantes vínculos económicos y de negocios con Rusia, no aceptaron una guerra abierta y dejaron que la violencia se estancara en la zona, bien alejada de sus intereses. Una mayoría de los ucranianos orientales, no aceptaron ser anexionados por la Federación Rusa, sino formar provincias autónomas fuertes, libres de la interferencia de Kiev, en el marco de una Ucrania federal.
El presidente Putin, que había dado el visto bueno de Rusia a las elecciones presidenciales al asegurar que eran un paso en la buena dirección, pidió el aplazamiento del referéndum por la independencia, convocado por los prorrusos en las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk; conminando a Kiev a suspender la ofensiva militar de castigo contra los bastiones prorrusos del sureste, aduciendo que esa operación únicamente agudizaría las divisiones en la sociedad ucraniana, indicando que Rusia no iba a invadir nada, a menos que Kiev utilizara sus fuerzas armadas contra civiles desarmados. La OTAN, fuerza militar al servicio de EEUU, amenazó con un despliegue permanente de tropas en la zona, fabricando nuevos enemigos tras la creación de un Estado fallido en Libia y el fiasco de Afganistán, entre otras actuaciones.
Sobre la masacre en Odesa, el gobierno de Kiev insiste en la versión según la cual, los manifestantes que se encontraban dentro de la Casa de los Sindicatos prendieron fuego al edificio, aunque no da explicaciones sobre el hecho de que algunos de los muertos en el incendio presentaran heridas de bala. Hay hipótesis que apuntan a que todo fue planificado y mucho más brutal de lo que los medios cuentan. Grupos nazis, portando la cinta de San Jorge (distintivo antifascista) y brazalete rojo, se infiltraron entre quienes se encontraban en la Casa de los Sindicatos. Un diputado ucraniano denunció que en la masacre también participaron militares de unidades especiales camuflados. La matanza se inició con total impunidad y sin testigos. A muchos les rociaron la cabeza con líquido inflamable y les prendieron fuego, estando vivos. Otros fueron.
La investigación de la tragedia todavía deja muchas preguntas sin respuesta. Los observadores de la OSCE que examinaron el edificio incendiado, han llegado a la conclusión de que el fuego se extendió por los pasillos del primer y segundo piso; señalando que de las 46 víctimas, cinco presentaban heridas de bala. Por su parte, el fiscal general interino de Ucrania, Oleg Majnítski, manifestó que según la investigación fue una acción planeada, coordinada, en la que participaron incluso los representantes del poder, y la policía involucrada.
Hoy, la situación no se aleja mucho de lo que viene ocurriendo en la historia, agravado por amigos con propios intereses. Rusia está siguiendo en la actualidad estas políticas, porque percibe que un país que está cerca de su frontera se está convirtiendo en una plataforma para una alianza militar amenazante, por lo que tiene que ver con la posibilidad de que Ucrania se convierta en miembro de la OTAN y por lo tanto albergue misiles y tropas de esa alianza, Ucrania es la frontera occidental de Rusia y cuando fueron atacados desde el oeste durante la Primera y Segunda Guerra Mundial fue el territorio de Ucrania lo que los salvó. Desde Moscú se tiene la percepción de que están siendo cercados por una alianza enemiga
El Kremlin demanda el compromiso de que Ucrania no se una nunca a la OTAN, establece limitaciones en las tropas y armamentos que se puedan desplegar en los países que se unieron a esa alianza después de la caída de la Unión Soviética y exige retirar la infraestructura militar instalada en los estados de Europa del Este después de 1997. Washington que habla de una amenaza inminente de Rusia sobre Ucrania, ha puesto en alerta a 8.500 soldados para ser desplegados en Europa oriental, enviado barcos de guerra al Mar Negro, ordenando la evacuación de los familiares de sus diplomáticos en Kiev. Por su parte, el gobierno del presidente Volodimir Zelensky ha hecho llamamientos a guardar la calma, afirmando que esta crisis se inició con la invasión rusa de Crimea y la ocupación por parte de grupos prorrusos en la región de Dombás, en el este de Ucrania, donde desde 2014 han muerto cerca de catorce mil personas.
En suma a los movimientos militares de presión, tanto la Unión Europea como Estados Unidos o Reino Unido ya tienen su hoja de ruta de sanciones preparada por si se da una agresión a gran escala contra Ucrania. Por su parte, el responsable de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmitri Kuleba, ha resaltado que la prioridad de su Gobierno es que Rusia fracase en su plan de desestabilizar su país, aunque no descarta ningún otro escenario, incluido un conflicto bélico para el que también se preparan.
En 2014, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, declaró que durante mucho tiempo Europa hizo caso omiso al renacimiento del fascismo y que lo que ocurrió entonces fue una manifestación real de esa ideología cuyo carácter criminal fue reconocido durante los Procesos de Núremberg. Que un ministro de Putin tenga que explicarnos que lo de Odesa es fascismo puro dice mucho del nivel europeo. Lo que pasó en Ucrania es puro fascismo y Europa cerró los ojos y se convirtió en cómplice colaborador ante la escalada bélica de violencia extrema y la proliferación de una ideología criminal.
Mientras todo ocurre o pueda ocurrir y se difunden especulaciones de todo tipo, se está produciendo un tiempo en el que no se avanza ni se encuentra solución. No es mala situación para evitar una guerra anunciada, que no debe producirse en ningún caso.
Víctor Arrogante, profesor y analista político.
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